El Peñón de Ifach

Esto debería titularse "Por fin, el Peñón de Ifach". Y no porque haya costado mucho hacer esta excursión, sino porque ha costado mucho escribirlo.

Desde hace seis años, todas las primaveras hacemos la subida al Peñal de Ifac. Se ha convertido en una agradable tradición que marca el comienzo del buen tiempo y la proximidad de las vacaciones.

La subida al Peñón no tiene ninguna dificultad especial, y de hecho se ve a gente de toda edad y estado físico haciendo la ruta. Sin embargo, cuando el calor aprieta puede llegar a ser durilla. El desnivel es de unos trescientos metros, y pese a la verticalidad del Peñón cuando se mira desde el aparcamiento la subida esta en su mayor parte bien trazada y no resulta pesada. Un consejo general: cuidado con los resbalones, pues la roca de sendero, en el túnel y tras el túnel, está muy pulida por el paso de caminantes.


Se parte del aparcamiento (más bien solar) que hay al final de las indicaciones al Parque Natural del Penyal de Ifac, justo sobre la zona final del puerto de Calpe (el plano está tomado de bp1.blogger.com).

Desde allí se empieza subiendo por la pista que sube al Aula de Naturaleza y Museo del Parque, donde podemos cargar agua y refrescarnos (esto es valioso sobre todo al bajar, cuando llega uno tirando a quemado por el sol). Antes de alcanzar esta zona, a la izquierda de la pista se pude acceder a unos miradores sobre la playa y la costa, que merecen visitarse (aunque luego las vistas desde arriba sean, sin duda, más espectaculares).


Desde la edificaciones del Aula de Natura el sendero sube en una serie de lazadas, bien trazado y cada vez mejor acondicionado, hacia la base del impresionante acantilado. En cada extremo de lazada, sobre todo en los que miran sobre la zona del puerto, unos miradores nos van mostrando un paisaje cada vez más espectacular, con vista hacia la Serra Gelá, tras la cual se ven los edificios de Benidorm.

La última lazada del sendero nos lleva, pegados ya a la base del cantil, al túnel que permite acceder a la parte interior del Peñón. Este túnel fue abierto a barrenazos a comienzos del siglo XX (en 1918), y en algún tiempo tuvo una puerta que cerraba el acceso.


Cruzado el túnel, de unos cincuenta metros de largo, accedemos a las laderas y barrancadas de lo que fue un mundo interior, sin conexión externa hasta la construcción del túnel. Quizás eso explica la gran abundancia de especies vegetales que se han conservado y la riqueza natural de la zona (todo lo cual justificó la creación del Parc Natural).


Pero sin duda la reina de la zona es la gaviota patiamarilla. Millares de ellas habitan y crían en las laderas interiores del Peñón. En estos seis años de subidas al pico hemos visto todas la fases de la cría, pues sin salir del sendero se ven nidos en abundancia. Las veces más tempranas, por abril, hemos visto los nidos con dos o tres huevos la mayor parte de las veces. A comienzos de mayo los pollos ya nacidos permanecen en los nidos, bajo el atento (y aveces agresivo) cuidado de sus padres. Hacia el final de mayo lo pollos ya son grandes y comienzan a hacer ejercicio con las alas preparándose para un cercano vuelo. Resulta muy interesante, agradable y formativo ver esa explosión de vida que se produce cada año en el Peñón. Tiene sus inconvenientes, claro. Miles de gaviotas gritando continuamente, un cierto olor a pescado (sobre todo si no hay brisa) y las pasadas rasantes que hacen para defender sus nidos y crías cuando el caminante pasa a su juicio demasiado cerca de ellas. Los intrusos somos nosotros, así que hay que soportarlo con paciencia, no molestar más que lo imprescindible y si no nos gusta... pues no ir.

Siguiendo por el sendero tras el túnel, se cruzan algunas zonas un poco aéreas. En ellas se han instalado unas cuerdas a modo de seguridad para facilitar el paso. La senda avanza subiendo sin cesar hasta una bifurcación. Por la izquierda se sigue hasta el extremo del Peñón que avanza hacia el mar, en los restos de una caseta de carabineros (a penas un trozo de muro). Este tramo, casi horizontal y sombreado por grandes pinos resulta un buen descanso, tanto a la subida como a la bajada.

Si en la bifurcación tomamos hacia la derecha, la senda comienza a subir francamente hacia la cima. Es la parte más agreste del camino, donde la senda esté peor trazada y donde los atajos hacen que sea fácil perder la buena ruta. Un par de tramos con trepas fáciles, en los que se han instalado cuerdas fijas, nos hacen ganar altura y acercarnos rápidamente al pico.

Un centenar de metros antes de la cumbre, el camino pasa a unos pocos metros del límite del escalofriante acantilado que cae casi directamente al mar, trescientos metros más abajo.


Ya en la cima, un monolito marca la posición del vértice geodésico. Desde aquí hay que disfrutar de la vista: 360º de espectáculo de mar, costa y montaña.


Si empezamos por el norte girando a derechas, el Montgó, girando a la derecha los cabos de La Nao y de Moraira, y el mar... dicen que llegan a verse a veces las montañas de Ibiza. Cuando volvemos a encontrar la costa aparece la Isla de Benidorm y la Sierra Helada, tras ella lo edificios de Benidorm. más ala derecha Altea, la zona del Mascarat, la Sierar de Bernia, el mismo Calpe, la laguna de las Salinas, la playa de la Fossa... bueno, que uno se queda con ganas de darle otra vuelta al panorama.


Ya sólo queda bajar: Si subir puede costar una hora y media, más o menos, para bajar hay que contar otra hora. Y al llegar bajo, procede arremeter contra una cerveza helada y un buen arroz a banda, en cualquiera de los restaurantes que hay en la zona del puerto. Digno remate para una buena excursión.

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