Juan González - Barco Hundido

Queda raro el nombre de este artículo, pero no es ni un invento ni un error: es el nombre de una playa de Cuba. Más concretamente es una playa, una pequeña cala, situada unos 20 km al oeste de Santiago de Cuba.

El acceso a la playa no tiene ningún misterio, basta tomar la carretera de la costa, carretera de Granma, que va entre la Sierra Maestra y el mar Caribe. Tras dejar la zona portuaria de Santiago, la carretera se va internando en zonas menos pobladas (nunca sin gente, siempre hay alguien andando por la vía) y se sitúa junto al mar. La mayor parte de la costa es abrupta, hay pocas zonas de playa (los de la zona dicen que son mejores la playas de la costa norte que las de esta costa sur de la isla), pero son más bien costas rocosas que acantilados, pues las alturas no son grandes. Una primera playa, en una cala llamada Bueycabón (así, sin  la 'r') nos tienta con una baño en sus aguas cálidas. La carretera se aleja momentáneamente de la costa para salvar un cerro y cuando vuelve a acercarse estamos ya en la zona de Juan González.


La primera de sus playa es la llamada Juan González - Barco Hundido, al menos eso nos dijeron algunos lugareños. Parece ser que la playa tiene también el mucho más exótico nombre de Nami Nami. La playa es de arena y restos de coral, y (como pasa en las playas naturales) tiene un aspecto menos impoluto que las playas turísticas de Europa, donde cada dos por tres la máquinas limpian la arena. Aquí numerosos restos vegetales traídos por las corrientes, conchas fragmentos de corales viejos y (también aquí) alguna botella, le dan un aspecto descuidado, que no es más que lo natural en la playas no artificiales. Hay que saber disfrutarlo.


En el centro de la cala desemboca un arroyo, formado una piscina natural de agua medio dulce, donde la muchachada de la zona disfruta de un baño sin oleaje. Entre la carretera y la orilla los árboles de uva caleta dan una sombra que se agradece con los calores cubanos.


Pero además de lo encantador del sitio, este lugar tiene su historia, ligada al nombre de la cala. El porque de este nombre es bien visible a 200 metros de la playa: sobre las olas asoman dos cañones oxidados, uno con su torre acorazada incluida. So los restos del crucero acorazado Almirante Oquendo, parte de la desventurada, pero heroica, escuadra del almirante Cervera, que en 1898 fue deshecha en la Batalla de Santiago durante la guerra hispano-norteamericana.

Sin pretender hacer historia, creo que si que toca explicar algo de aquella batalla. La flota española de Cervera estaba en la base de Santiago, bloqueada por la flota norteamericana del almirante Sampson. Santiago es un puerto natural excelente, abrigado e imposible de forzar su entrada desde el mar, pero el estrecho canal de entrada/salida lo convirtió en una ratonera para la flota española, pues los barcos sólo podían salir de uno en uno. Efectivamente, cuando el 3 julio por fin Cervera se ve obligado a salir, la flota norteamericana los fue recibiendo con fuego de su superior artillería. Cervera sacrificó su buque insignia, en Infanta María Teresa, con él mismo a bordo para dar una oportunidad de escapar al resto de la flota.

El Oquendo recibió un duro castigo, estallaron sus calderas, y finalmente su capitán, Lazaga, lo embarrancó en la costa, poniéndose a salvo parte de la tripulación. Tuvo ochenta muertos, entre ellos el propio capitán. Por las fotos antiguas parece que embarrancó algo más al este, pero sin duda los huracanes del Caribe lo fueron empujando a su posición actual, en centro de la cala. La agonía de la escuadra continuó: el María Teresa se hundió combatiendo, el Vizcaya está embarrancado unos kms más adelante del Oquendo, y más adelante aún está en Cristobal Colón. Los destructores Furor y Plutón fueron también hundidos. Nada quedó de la flota de Cervera.

Pasó todo eso, es historia, pero en todo caso emociona el lugar, a poco que uno sienta las vidas que allí se perdieron.

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