Los Abrigos de la Escaleruela (Alpuente)

El monte de la Escaleruela se asoma sobre la rambla de Arquela, prolongación aguas arriba del valle del río Tuejar, justo sobre la fuente de Arquela. Alcanza casi los mil metros de altura, y si bien por su lado NO tiene aspecto de loma poco interesante, su flanco SE, sobre la rambla, forma una rápida vertiente de casi 250 metros de desnivel. Este desnivel se salva en varios escalones formados por la estratigrafía (los primeros 100 metros de desnivel desde la cumbre) y una zona de ladera de derrubios desde allí hasta el fondo de la rambla.


Esos desniveles más altos resultan muy interesantes en varios aspectos. Los cortados verticales se alternan con las terrazas horizontales, formando un paisaje muy atractivo. Además, en esas terrazas se ubican varios abrigos naturales, utilizados desde antiguo como corralizas de ganado y como refugio de pastores. Algunos son de fácil acceso, en especial los de cota mas baja, abiertos en los estratos inferiores del macizo. Otros se abren en estrechas cornisas, cuyo acceso resulta a veces un tanto problemático.


Desde el valle se vislumbran tres abrigos. Metidos en la ladera acaban apareciendo otros tres, por lo menos, camuflados por la vegetación y a cubierto de miradas curiosas. Voy a comentar aquí los tres más altos, y queda para otro día (y quizás otro lugar) el reporte completo.

Como arriba se comenta, la parte alta de la ladera esta formada por una serie de terrazas o cornisas separadas por cortados verticales, de una altura cada uno de entre cuatro y diez metros.


Para acceder a los abrigos se toma el camino de Arquela a Campo de Arriba, que arranca justo encima de la fuente de Arquela. Es un camino bien trazado, que desde la fuente va ganando altura, pasando a poco de su comienzo por debajo de una antigua corraliza. Conforme gana en altura, se va viendo que el camino fue construido con esmero: losas para evitar la erosión, empedrado en algún tramo y sobre todo una lazada muy bien trazada y reforzada con muros de piedra a seco. Sin pretender asignar esta obra a nadie, esto es un trabajo de moros (aunque al respecto, no hay que olvidar que Alpuente fue centro un pequeño reino de taifas).

Cuando el camino alcanza el alto y se vuelve llano, hemos de abandonarlo y empezar a trepar por la ladera. Ánimo con la encantadora vegetación mediterránea. Según por donde ataquemos, accedemos a una u otra cornisa, pues todas van comenzando desde la parte norte del frente del cerro. En la cornisa más alta encontramos pronto un modesto abrigo pegado a la pared rocosa y casi sin cobertura de la misma, que apenas forma un ligero voladizo sobre el abrigo. Este abrigo tendrá unos 15 metros de largo por dos de ancho y es el más básico de los encontrados. La cornisa continua unos cincuenta metros tras el abrigo, estrechándose hasta casi desaparecer para de nuevo abrirse un par de veces, hasta que finalmente se cierra sobre un cortado que cae desde la cima.


Retrocediendo hasta el origen la cornisa y buscando un paso inferior, accedemos a una nueva cornisa, unos 8 metros por debajo de esta, más amplia y cubierta de vegetación, que nos lleva a un segundo abrigo. Este aprovecha un oquedad más profunda de la pared y frente a ella se ha construido un muro aproximadamente semicircular que forma un recinto de cierta importancia. Junto al abrigo, pintada en la pared, una cruz blanca de buen tamaño hace que le demos este nombre: Abrigo de la Cruz Blanca (la imaginación al poder). Justo tras el abrigo y bajo la cruz, la cornisa termina en un cortadito de unos 4 o 5 metros sobre otra cornisa inferior.

(Foto: A. Sisternas)

Nuevamente volvemos atrás para buscar un punto por el que acceder a la cornisa inferior (sería la tercera desde arriba). Esta nueva cornisa pasa bajo en abrigo de la Cruz Blanca y continúa hacia el sur por la vertiente. Justo tras pasar por debajo de la cruz, tiene un estrechamiento que hace el paso un poco 'acrobático', y vuelve de nuevo a abrirse. El carácter de esta cornisa es diferente, pues esta casi desnuda de vegetación, al contrario que las dos superiores y que la inmediatamente inferior, y la roca de los pasos estrechos se encuentra muy pulida por el paso de ganado durante muchos años. En ella se halla uno de los abrigos que se ven desde el valle, y que es el motivo que nos llevó a iniciar este pateo. En realidad desde el valle se ven dos abrigos, uno con un muro y otro con una boca redondeada a su derecha. Este segundo es sólo una oquedad en el acantilado, pero el del muro es un ejemplo interesante de abrigo roquero. Una cavidad natural de unos 6 metros de profundidad por 8 o 9 de anchura, y suelo con pendiente hacia el exterior, fue cerrado con un muro de piedra a seco y parcialmente nivelado. El resultado es un magnífico refugio, con restos evidentes de que allí se alberga el ganado, y una vista espectacular sobre el valle de Arquela, y los montes en dirección a Ahillas. Tras el abrigo la cornisa se ensancha, con suelo muy llano y siempre libre de vegetación, hasta terminar cerrada por un derrumbe en su parte más meridional.



(Foto: A. Sisternas)


Retrocediendo de nuevo hasta la cruz blanca, podemos aún acceder a una cornisa inferior a ésta última, que recorre la ladera hasta el mismo derrumbe o cortado donde termina la anterior. En esta cornisa no se encuentra ningún abrigo, pero desde ella vemos uno por debajo nuestro, tras un nuevo cortado, esta vez un poco más alto (tal vez unos 10 o 15 metros). Éste queda para una próxima salida.



Nuevamente toca retroceder para buscar el inicio de las cornisas y bajar hacia el camino de Campo de Arriba, que tomaremos de nuevo en dirección a Arquela para regresar a la fuente del mismo nombre. En resumen, tres o cuatro horas subiendo y bajando por ladera y unos lugares mágicos recuperados para la memoria.

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